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11 de abril de 2025

“Para que la tecnología llegue al productor se debe tener un buen sistema regulatorio, empresas con interés y un usuario final que lo valore”

La adopción de tecnología en el campo depende de múltiples factores que deben alinearse para generar un impacto real al productor. Desde la visión de Estela Ojeda, gerente general del Instituto de Biotecnología Agrícola (Inbio), un marco regulatorio eficiente es clave, ya que, sin reglas claras, las barreras burocráticas pueden frenar su avance.
Sin embargo, la regulación por sí sola no es suficiente y, por ello, hace hincapié en que debe haber un interés tanto por parte de las empresas que desarrollan la tecnología hacia nuestro mercado, como también en el usuario final para su aplicación. La conjugación de los tres escenarios se traducirá en éxito para el productor.

El Instituto de Biotecnología Agrícola (INBIO) es una organización civil sin fines de lucro creada en 2006, que este año cumple 19 años. Su objetivo es fortalecer la investigación agrícola nacional y facilitar el acceso a los productos de la biotecnología. 

A lo largo de este tiempo marcó logros importantes a nivel de desarrollo tecnológico para el campo, como la incorporación de nuevas variedades de semillas que están permitiendo mejorar la calidad de vida de las familias y un mayor aprovechamiento por parte de los productores. 

Estela Ojeda, gerente general del INBIO, en una entrevista con MarketData para su edición Open Week, resaltó los aspectos clave para que Paraguay siga avanzando en esta materia y fortaleciendo los tres ejes fundamentales que giran en torno al trabajo del instituto: la investigación, capacitación y comunicación.

  • ¿Cómo se constituye y en qué trabajos se enfoca INBIO?

INBIO está conformado por siete gremios, seis de ellos fundadores. Cuatro son gremios de productores: la CAP, la APS, Fecoprod y Unicoop.

También forman parte la Asociación de Productores de Semillas (Aprosem), la Asociación Paraguaya de Auténticos Vegetales (Park Pop), que es el miembro más reciente, y Capeco, la Cámara Paraguaya de Exportadores de Cereales y Oleaginosas. Como se puede ver, en INBIO están representados todos los eslabones de la cadena productiva.

Nuestras actividades se organizan en tres ejes: investigación, capacitación y comunicación. El eje principal es la investigación, hacia donde dirigimos la mayor parte de nuestros esfuerzos y recursos. Apoyamos proyectos relacionados con la biotecnología y también desarrollamos investigación propia. Desde 2018 hemos fortalecido esta área con un enfoque en el desarrollo de nuestras propias tecnologías.

Actualmente, estamos en proceso de formación del Parque Tecnológico INBIO (Inbiotec), que buscamos convertir en un centro de referencia en investigación, ubicado en la zona de Itapúa.

En capacitación, contamos con un programa llamado «Agricultura sostenible con biotecnología», dirigido a pequeños productores y a la agricultura familiar. Trabajamos con ellos a través de la metodología de «aprender haciendo», con el fin de que se conviertan en multiplicadores del conocimiento dentro de sus comunidades. Además, colaboramos con cinco escuelas agrícolas del sistema MAC, impactando en siete departamentos del país.

Adicionalmente, ofrecemos un programa de becas y capacitaciones, todas enfocadas en biotecnología. Finalmente, el eje de comunicación se centra en divulgar nuestro trabajo, generar vínculos y acercar información sobre biotecnología tanto al sector productivo como a la sociedad en general.

  • En lo que respecta a la soja, el gen HB4 ya se está aplicando y también comienza a utilizarse en trigo. ¿Podrías explicarnos en qué consiste esta tecnología y cómo contribuye a enfrentar periodos de sequía?

Desde 2018 hemos fortalecido nuestra área de investigación y comenzamos con soja y trigo, desarrollando variedades propias en colaboración con el sector público. En este contexto, establecimos un acuerdo con los creadores de la tecnología HB4.

El gen HB4 surge de una alianza público-privada en Argentina entre Bioceres y la Universidad del Litoral. Se extrajo un gen del girasol, una especie naturalmente tolerante a la sequía y la salinidad, y se combinó con un gen de una bacteria que otorga tolerancia al herbicida glufosinato de amonio. Esta construcción genética se introdujo en soja y trigo.

El beneficio principal de esta tecnología es que permite a las plantas soportar mejor el estrés hídrico. Sin embargo, esto no significa que sean «invulnerables» a la sequía, básicamente lo que hace el gen es activar mecanismos que permiten a la planta entrar en un estado de protección cuando las condiciones son adversas y retomar su desarrollo cuando mejora el entorno, lo que hace reducir las pérdidas en el rendimiento.

Además, el HB4 brinda a los productores una herramienta adicional para el manejo de malezas, ya que la tolerancia al glufosinato de amonio permite controlar malezas resistentes al glifosato, el herbicida más utilizado.

En INBIO hemos avanzado mucho con esta tecnología. Desde 2018 venimos desarrollando variedades y ya estamos en la etapa de prueba en diferentes localidades.

  • La implementación de una tecnología nueva siempre implica desafíos. ¿Cuáles fueron los principales obstáculos para su aplicación en Paraguay?

Estas tecnologías deben pasar por un proceso regulatorio antes de ser implementadas. Cuando iniciamos en 2018, la tecnología HB4 todavía estaba bajo condiciones de bioseguridad, regulada por la Comisión Nacional de Bioseguridad. Tuvimos que trabajar en ensayos experimentales en campos habilitados, en alianza con empresas como Bayer.

Otro desafío fue lograr el interés y la confianza de la empresa desarrolladora de la tecnología para que nos permitiera trabajar con ella. Además, debimos fortalecer nuestros recursos humanos, enviando profesionales al exterior para especializarse en mejoramiento genético.

En 2019, la tecnología fue aprobada y pudimos avanzar. Inicialmente, alquilamos infraestructura en Zeta Park, que cuenta con laboratorios y campos experimentales. Con el tiempo, tomamos la decisión de adquirir una propiedad y actualmente estamos en fase de construcción de nuestras propias instalaciones.

En este aspecto quisiera destacar que, en general, para que una tecnología llegue al productor, deben darse tres factores clave: el sistema regulatorio tiene que aggiornarse al desarrollo de nuevas tecnologías, también debe haber un interés por parte de la empresa que desarrolla la tecnología en introducirla al mercado local y, por último, el interés del usuario final en adoptarla y valorarla.

Si uno de estos factores falla, la tecnología no llega adecuadamente al campo.

  • Paraguay depende en gran medida del sector agro. En este contexto, ¿qué importancia tiene la biotecnología para la economía del país?

En 2021 realizamos un estudio sobre el impacto de la biotecnología, centrándonos en los cultivos transgénicos de soja, maíz y algodón, que son los principales en Paraguay. Los resultados mostraron un impacto económico significativo, con más de USD 32.000 millones generados en ese momento.

Pero también hay un componente ambiental, porque con estas tecnologías se disminuyó el uso de agroquímicos. En Paraguay se da casi un 100% de siembra directa en las áreas gracias a esa tecnología, lo que se traduce en menos CO2 al ambiente. Así mejoraron las condiciones de las familias, los ingresos y facilitó el trabajo.

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