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22 de noviembre de 2024

Colombia reúne en la feria Expoartesanías la biodiversidad y el arte de sus regiones

Bogotá, 12 dic (EFE).- Canastos, sombreros vueltiaos y mochilas tejidas pero sobre todo artesanos indígenas y campesinos con décadas de experiencia se reúnen en Expoartesanías para mostrar la biodiversidad, el arte y los saberes de todos los rincones de Colombia.

La feria artesanal más grande de Latinoamérica, que se lleva a cabo en el recinto de Corferias hasta el 20 de diciembre, reúne a unos 900 artesanos de los 32 departamentos de Colombia y de una diversidad de etnias indígenas que han traído a Bogotá sus piezas y productos.

Entre ellos está Nancy Patricia Torcuato, que expone sus jarrones de barro acabados con un tejido de una palma llamada chiquichiqui, con la que también elabora bolsos, que ha traído desde el resguardo indígena Coco Viejo, de Puerto Inírida, en el departamento de Guainía, en las lindes del Amazonas.

Los jarrones de cerámica tradicional curripaco se los ha enseñado a elaborar su bisabuela «que siempre se dedicó al barro: tinajas, platos, ollas», pero que las generaciones siguientes aprendieron y transformaron en otros objetos.

La mayoría de productos tienen en común que se hacen con materiales de la zona, como palmas, que las artesanas secan, cortan o desfibran para poder transformarlas en objetos que han usado desde hace décadas pero que ahora comercializan para que adornen en las casas de Bogotá y todo el mundo.

Las bandejas de la señora Piraza Tascón, por ejemplo, están hechas con fibra de palma y vienen desde el turbulento río San Juan, en el Chocó, una zona que lleva todo el año a merced de los paros armados, confinamientos forzados y desplazamientos provocados por la guerrilla del ELN y los paramilitares del Clan del Golfo.

«Somos un grupo de mujeres y trabajamos con una palma larga, con muchas espinas», explica a EFE esta indígena wounaan. Sacan el cogollo de la palmas que encuentran en el monte, la pelan y la dejan secar al sol para luego sacar su fibra y tejer las bandejas y otros productos en un proceso largo que hace que el precio sea elevado.

Primeras experiencias

La feria ha dado también una primera oportunidad a algunas artesanas, como las venidas desde el resguardo indígena Motilón Barí, en las profundidades del Catatumbo, una zona gravemente afectada por el conflicto y de difícil acceso en la frontera con Venezuela.

Las mujeres de las comunidades Barí elaboran canastos que representan a su identidad y que ellas usan en el día a día para pescar, trasladar alimentos o incluso cargar niños.

Kaira Abicadku Dora es la primera vez que sale del resguardo y lo ha hecho para exhibir sus cestos y bandejas de bejuco, que han recuperado de sus ancestros.

«Las mujeres teníamos que hacer los canastos para cargar la verdura, los plátanos, las yucas, el pescado…», cuenta a EFE, pero «con el tiempo, las generaciones han dejado de aprender a hacer los canastos», en un proceso de pérdida de tradiciones que está bastante generalizado en los resguardos de Colombia, pero que ahora se trata de revertir.

Dora tiene fe en que impulsando de nuevo esta artesanía tradicional y el poder comercializarla pueda mejorar la economía de su comunidad, que, como pasa en muchos resguardos indígenas, es de subsistencia.

Las artesanas esperan que las ventas se puedan incrementar en lo que resta de la feria porque, a pesar de unos días fuertes tras la apertura el 7 de diciembre, los compradores aún son tímidos y los ingresos no han podido satisfacer el esfuerzo realizado para tejer, armar, tallar o elaborar su arte.

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