Según un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) sobre desigualdad juvenil en el Cono Sur, 8 de cada 10 jóvenes en Paraguay trabajan en la informalidad, una cifra que supera el promedio regional (6 de cada 10)
El informe refiere que en el Cono Sur, el 60% de los jóvenes ocupados experimentan restricciones laborales como informalidad o subempleo, y Paraguay encabeza esta lista con los índices más altos. Estas cifras reflejan una realidad en la que los jóvenes no solo ganan menos, sino que tienen menor acceso a beneficios sociales y trabajan en sectores de baja productividad.
Mientras que el promedio regional de informalidad juvenil es del 56%, en Paraguay esta tasa alcanza niveles más elevados (78%), dejando a la juventud en una situación de alta vulnerabilidad económica. En detalle, el organismo internacional refiere que solo el 15% trabaja de manera formal y no subempleado.
En lo que respecta a los demás países como Argentina se observa que 7 de 10 jóvenes se encuentran en la informalidad, 5 en Brasil, 4 en Chile y 3 en Uruguay.
IMPACTO DE LA PANDEMIA
En este contexto cabe recordar que la crisis generada por la pandemia de COVID-19 agravó esta situación. Durante este periodo, los jóvenes fueron los más afectados debido a su alta participación en empleos informales y sectores golpeados como comercio, turismo y gastronomía.
Aunque el mercado laboral comenzó a recuperarse, los datos revelan que la tasa de participación de los jóvenes paraguayos en el mercado laboral sigue estando por debajo de los niveles prepandemia, en contraste con los adultos, quienes han logrado retomar su posición.
La recuperación lenta de los jóvenes no solo se traduce en desempleo, sino también en un aumento de la inactividad laboral, dejando a muchos fuera del sistema educativo y laboral, fenómeno conocido como «NiNi» (ni estudian ni trabajan).
La precariedad laboral también se manifiesta en salarios insuficientes, ya que según el BID, el 43% de los jóvenes recibe un salario por debajo del mínimo legal, comparado con el 24% de los adultos. En promedio, los jóvenes trabajan 36 horas semanales y perciben la mitad de los ingresos que los adultos de entre 25 y 64 años.
Esta brecha se amplía aún más en zonas rurales, donde el 65% de los jóvenes enfrentan restricciones laborales, frente al 55% en áreas urbanas.