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23 de noviembre de 2024

La juventud conmemora su día desafiada por el desempleo, la informalidad y escasas oportunidades de estudio

Solo la mitad de la población de 15 a 24 años de Paraguay está estudiando. Entre aquellos que trabajan, solo el 32,1% aporta a la jubilación y sus ingresos promedio no llegan ni al salario mínimo mensual, según registros oficiales.

El 27% de la población paraguaya tiene entre 15 y 29 años. El 12,3% de ellos no estudia ni trabaja y en esta franja etaria también está presente la brecha de género: las mujeres tienen menos ingresos, a pesar de contar con más años de estudio.

ANÁLISIS

La llegada de la primavera se aprovecha en Paraguay para conmemorar una de las etapas más entusiastas de nuestras vidas: la juventud. 

Cada 21 de septiembre nos damos un espacio para reflexionar sobre la situación en que se encuentran los jóvenes en el país y en esta ocasión nos enfocamos en tres de sus principales desafíos: las dificultades para acceder a un buen empleo, la informalidad laboral y las escasas oportunidades de estudio.

En Paraguay, el 27% de la población es joven, ya que 1,9 millones de personas tienen entre 15 y 29 años, según registros del Instituto Nacional de Estadísticas (INE). 

Este grupo etario tiene una importante presencia en la economía del país, pues se calcula que el 60% de ellos realiza alguna actividad económica. 

De hecho, la mayoría de los jóvenes en nuestro país (48,6%) solo trabaja, mientras que el 20,9% solo estudia. Por su parte, los registros oficiales revelan que el 18,2% de la población estudia y trabaja, y el 12,3% se encuentra en la más preocupante situación de que no estudia ni trabaja (grupo conocido como “ni-ni”). 

En cuanto al periodo de la vida que más se debería dedicar al estudio, con miras a una formación profesional que garantice un futuro auspicioso, los datos del INE revelan que solo la mitad de los jóvenes de 15 a 24 años están estudiando y la situación se agrava en las zonas rurales. 

Solo el 23,7% de los jóvenes en Paraguay cuenta con educación universitaria o formación profesional, mientras que la mayoría (65,2%) acumuló 7 a 12 años de estudios (o nivel secundario) y un alarmante 10,4% apenas realizó la educación primaria (1 a 6 años de estudios)

Esta escasa presencia de la instrucción profesional en jóvenes se traduce posteriormente en condiciones laborales precarias y elevada informalidad: el promedio de ingresos mensuales de esta población es de G. 1.776.000 (no llega al salario mínimo de G. 2.289.324) y solo el 32,1% de los que trabajan aportan a la seguridad social.

El desempleo también es más elevado entre los jóvenes, ya que llega a 12,8% entre las personas de 15 a 29 de años de edad y el promedio de la población en general cerró el 2020 en 7,2%.

La población de 20 a 24 años se encuentra aquí en las condiciones más desfavorables: la tasa de desempleo llega al 15,4% y tienen la mayor incidencia de quienes no estudian ni trabajan (14,9%). 

La economista Martha Coronel considera que esta delicada situación educativa y laboral de la población joven en Paraguay tiene entre sus causas a la condición de pobreza en que viven las familias y obliga a que se deba aportar con la economía del hogar desde temprana edad.

“Todavía seguimos en la cultura de que el niño o el adolescente tiene que sumarse rápido a la vida laboral para ayudar a los ingresos de la familia, eso incide muchísimo en dejar los estudios formales a mitad de camino al apenas conseguir un empleo donde tener recursos para vivir y ayudar en algo a la familia”, asevera la profesional.  

Al no contar con familias que puedan solventar sus estudios universitarios o de otro tipo de educación terciaria, reconoce que los jóvenes se incorporan al mercado laboral con escasas capacidades y eso limita sus ingresos. 

Entre aquellos que ni siquiera logran acceder a un empleo y permanecen en el grupo “ni-ni”, la analista advierte que inclusive en los casos de haber culminado la educación secundaria (o el nivel medio, según el programa del Ministerio de Educación y Ciencias), la calidad de la enseñanza no es suficiente para demostrar competitividad ante un potencial puesto de trabajo.

“¿Por qué no estudia? Porque no tiene posibilidades, probablemente, económicamente ¿Por qué no trabaja? Porque a lo mejor no completó la secundaria o la secundaria que siguió no le dio las competencias suficientes como para desempeñarse eficientemente en el mercado laboral. Durante la educación formal, si bien se les da conocimientos, no se desarrollan las competencias para resolver problemas básicos”, relata. 

En consecuencia, las empresas optan por contratar a personas con mayor experiencia laboral, formación adicional y/o capacidad individual diferenciada; además, absorben la inversión en tiempo y capacidad interna para formar a los nuevos empleado, y todo esto atenta contra las oportunidades para el empleo de las personas jóvenes, según las observaciones de Coronel.  

Finalmente, recuerda que la educación paraguaya está lejos de ser pública, pues la calidad de educación que recibe un niño que asiste a un colegio privado de la capital es muy superior a la que se ofrece en una escuela pública, en cuanto a las competencias que reciben para su desarrollo personal y formación profesional. 

“La política educacional debería ir de la mano de la política laboral juvenil, y de la política de generación de empleo”.

Martha Coronel, economista.

Brechas de género

En la población joven de Paraguay también se observan importantes brechas de género, en términos laborales y de ingresos. En promedio, el INE calcula que los jóvenes varones perciben ingresos mensuales de G. 1.896.000, mientras que el de las mujeres jóvenes es de G. 1.600.000

Esta desventaja para la población femenina se da a pesar de que estas cuentan con más años de estudios: el 28,4% de las mujeres de 15 a 29 años de edad estudió durante 13 a 18 años, frente al 19% de los hombres de la misma edad.

En cuanto a las actividades económicas, 8 de cada 10 mujeres jóvenes trabajan en el sector terciario (comercio y servicios); los hombres jóvenes se dividen en la mitad para el sector terciario, y la otra mitad se distribuye entre la producción agropecuaria y las industrias. 

Por otro lado, se observa una reducida presencia de la función pública entre los empleadores de la población joven de nuestro país, el 53,5% es empleado u obrero privado, y el 20% trabaja por cuenta propia. El empleo doméstico es exclusivo de las mujeres y el trabajo familiar no remunerado concentra el 12,6% de la ocupación de la juventud paraguaya.

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