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24 de noviembre de 2024

Economía desdibujada, política vacía

La economía paraguaya que buscaba ser pujante y aspiraba al grado de inversión de manera seria parece ir quedando atrás.

El camino de salida de la pandemia trae consigo una serie de interrogantes que no se pueden soslayar, mientras dirigentes de todos los partidos y movimientos juegan a las internas, sin dar señales y sin brindar ningún tipo de luz al final de este túnel.

Con cifras preliminares publicadas sobre el cierre del primer trimestre del 2022, el Ministerio de Hacienda estima que la deuda total del sector público en Paraguay representa aproximadamente el 33% del producto interno bruto y la regla de la ley de responsabilidad fiscal se viene evadiendo desde antes de la pandemia, con un déficit presupuestario que no parece tener solución en el corto plazo. 

La caja fiscal se convierte en una bola de nieve que, de no pararse, terminará por devorar una parte demasiado grande del presupuesto público en muy poco tiempo, mientras que la salida de la pandemia del Covid-19 trae consigo sus problemas propios, como una galopante inflación en el mundo y un contexto geopolítico que genera incertidumbre. 

Según las estimaciones de Hacienda, el déficit fiscal volvería a rondar el 3% del PIB este año, y el retorno a los límites de la regla de la ley sería recién hacia el 2024, siempre y cuando la economía se vaya recuperando. Este tema no es menor, teniendo en cuenta que la deuda pública, por la vía de la emisión de bonos, es utilizada cada vez en mayor medida para el “manejo de la deuda”; el biclieteo, dirían en el barrio. 

En algún momento, ese dinero comenzará a ser cada vez más caro al tener destino de pago de deudas anteriores y ya no de obras, como se prometía debía ser en los inicios de esta modalidad de financiación hacía unos años atrás. De hecho, el contexto internacional de tasas restrictivas tendrá su propia incidencia por la vía del mercado, lo que de hecho ya ha ocurrido por ejemplo, con bonos de la Agencia Financiera de Desarrollo que ya comenzaron a competir con los rendimientos de las letras de regulación monetaria, y hoy deben pagar más para ser apetitosas. 

De cualquier manera, se podría afirmar que la fórmula mágica de la economía paraguaya ha sido sencilla en los últimos años: soja y suerte. El boom de los precios de las materias primas y la esperanza de tener un buen clima por momentos benefició de manera clara al Paraguay aquel, hasta que en el año 2019 irrumpieron los problemas climáticos que se combinaron con una epidemia de dengue y la Guerra Comercial entre Estados Unidos y China para proyectar lo que -aunque no lo sabíamos- era el inicio de una nueva etapa, bastante dura. 

Sin embargo, lo que más preocupa en el contexto actual pareciera ser la falta de una proyección de ideal para salir adelante por parte del gobierno, y del sector político en general. Tanto partidos y movimientos de oposición, como oficialistas, salen a jugar a las internas como si de una elección para centro de estudiantes se tratara, sin discutir proyectos de reconstrucción de la economía, sino solamente la repartija de cargos públicos, como el Estado como botín, como siempre ha sido. 

Pero el 2022 no es un año cualquiera. El contexto internacional no es nada favorable y el proceso de inflación por el que pasa el mundo parece no estar cerca de terminar. En esta dinámica, los bancos centrales del mundo, incluyendo al de nuestro país, han optado por políticas monetarias mucho más restrictivas, comenzando a subir sus tasas buscando absorber una parte de la liquidez circulante. 

En particular, la Reserva Federal de los Estados Unidos está buscando frenar su inflación más elevada de las últimas décadas y, en consecuencia, la tendencia será el inicio de un movimiento de dólares hacia el país norteamericano, restando fuerza a las monedas regionales de países emergentes y también restando posibilidades de inversiones denominadas en moneda extranjera. 

Con respecto a la cotización del dólar, el Banco Central deberá hilar fino con sus intervenciones para buscar un equilibrio entre no quedar fuera del contexto del concierto internacional y evitar una presión inflacionaria por la vía de los productos importados, valuados en dólares. 

Este es el momento en que se debe tomar el toro por las astas, ese contexto propicio para que nazcan los estadistas, los hombres y mujeres que tomen la posta para conducir los hilos de la República. Pero al parecer, partidos y movimientos de diestra y siniestra, arriba y abajo, se encuentran más interesados en la disputa por los cupos de poder. 

Son pocas, por no decir ninguna, las ideas que hasta el momento se han escuchado como para salir de esta trampa en la que nos encontramos. Habrá que tener cuidado con la “calma aparente”, el silencio que se parece mucho al ojo de una tormenta que se viene con todo. Cuidado con la inflación y el estancamiento económico, los números ya no son los mismos de antes. La deuda pública es elevada, el déficit fiscal no cumple el objetivo y en algún momento deberá ser financiado por otros métodos, y basta con mirar lo que ha pasado en Colombia cuando este se quiso financiar con mayores tasas de impuestos, y ni hablar de la emisión inorgánica de la Argentina. 

La economía está desdibujada, y la política está vacía de ideas que nos puedan sacar de la tormenta. Estamos en el ojo, pero si no hacemos nada, pronto llegará el viento. 

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