Un arancel es un impuesto aplicado sobre bienes importados y, en ciertos casos, exportados. En el marco de la política comercial de Estados Unidos, su propósito económico es proteger la producción nacional mediante el encarecimiento de productos extranjeros, incentivando así el consumo interno.
Por: Eduardo Esquivel, director de Espacio.
Además, representan una fuente de ingresos fiscales para el Estado. No obstante, los aranceles pueden generar distorsiones económicas, especialmente si se aplican de manera generalizada, afectando la eficiencia en la asignación de recursos (Krugman, 2018).
En abril de 2025, el gobierno de Estados Unidos anunció un nuevo régimen arancelario: un arancel base del 10% a todas las importaciones, acompañado de tarifas adicionales “recíprocas” para ciertos países.
Se impuso un 20% a la Unión Europea y hasta un 34% a China, con el argumento de establecer condiciones de comercio más justas y equilibradas. Esta política comercial de Estados Unidos, representa un giro proteccionista que busca corregir el déficit y fomentar la producción doméstica.
Desde el punto de vista económico, los aranceles pueden beneficiar temporalmente a ciertas industrias, al protegerlas de la competencia externa. Sin embargo, este efecto viene acompañado de una elevación de los precios para los consumidores, lo que reduce su bienestar.
IMPACTOS INTERNOS
En EEUU, tras el anuncio de los nuevos aranceles, la confianza del consumidor cayó un 12% y el ahorro aumentó al 4,6% en febrero de 2025, evidenciando un comportamiento más cauteloso.
Otro impacto relevante fue el incremento del déficit comercial. Las empresas estadounidenses adelantaron importaciones para evitar pagar los nuevos impuestos, lo que disparó el déficit en un 60% a USD 147.914 millones.
Este fenómeno contradice el objetivo de la política arancelaria, que buscaba precisamente reducir ese déficit.
RESPUESTA INTERNACIONAL
Por su parte, las respuestas internacionales no se hicieron esperar. China anunció un arancel del 34% sobre productos estadounidenses, la Unión Europea activó contramedidas comerciales por valor de 26.000 millones de euros y Canadá impuso aranceles equivalentes del 25% sobre automóviles y autopartes fabricadas en EEUU
Estas acciones reflejan una escalada comercial con potencial desestabilizador a nivel global.
Asimismo, los aranceles del 25% a los vehículos impactan una cadena de suministro profundamente integrada en América del Norte, elevando los costos y reduciendo la competitividad. A su vez, productos europeos como el aceite de oliva, el vino y los quesos enfrentan gravámenes del 20%, generando desvío de comercio y presiones inflacionarias.
En cuanto al panorama macroeconómico, entidades como JP Morgan y Goldman Sachs estimaron una probabilidad de recesión de entre 35 y 40% para EEUU, debido al endurecimiento comercial y al aumento de precios. Los mercados financieros reaccionaron negativamente, con una pérdida de más de USD 10 billones en capitalización bursátil desde los anuncios de abril.
La Reserva Federal enfrenta un entorno complejo, debe equilibrar la contención de la inflación generada por los aranceles con el riesgo de ralentización económica. Esto limita su capacidad de maniobra en política monetaria, dificultando la toma de decisiones sobre tasas de interés en un contexto de incertidumbre prolongada.
Finalmente, esta situación plantea desafíos para la gobernanza del comercio global. El uso unilateral de aranceles masivos debilita los principios del sistema multilateral regido por la Organización Mundial del Comercio (OMC). El caso estadounidense evidencia la necesidad de fortalecer los mecanismos de resolución de disputas y de fomentar una cooperación económica más equilibrada entre naciones.