La Agencia Financiera de Desarrollo (AFD) es el único banco de segundo piso en Paraguay, y este 2025 cumple 20 años de vigencia en el mercado. La AFD fue creada como resultado de la crisis financiera de 2004 para solucionar una falla de mercado que era la falta de créditos a largo plazo.
Actualmente, el Banco de Desarrollo cuenta con el programa Procampo Verde que atiende tanto al sector ganadero como al agrícola, que el año pasado tuvo un excelente desempeño, con colocaciones de alrededor de USD 47 millones, y donde las cooperativas de producción fueron las principales beneficiarias.
Sin embargo, explicó Dominica Zavala, miembro del directorio de la AFD, la institución identificó otra falla de mercado relacionada con el financiamiento de innovaciones que, aunque sean beneficiosas resaltó, suelen requerir más tiempo para madurar.
“El rol de la AFD es justamente abordar esas fallas, y nos dimos cuenta que podíamos incorporar inversiones sostenibles con un producto orientado a mejorar el uso del agua, el mejoramiento de pasturas y la cosecha de energía mediante paneles solares, entre otras iniciativas”, mencionó.
Procampo Verde, tiene dos destinos financieros: el mejoramiento de pasturas degradadas y la cosecha de agua que incluye inversiones en sistemas de riego, paneles solares, pozos, y otros sistemas que favorezcan el aprovechamiento eficiente del agua.
La AFD destinó USD 5 millones para este proyecto piloto con la tasa más baja del sector, de alrededor de 6,6% en guaraníes y aún más baja en dólares. El plazo de financiamiento es de hasta 12 años y el objetivo es que el productor o ganadero pueda acceder a créditos con una tasa final más baja, que no exceda el 10%.
– Recientemente presentaron un nuevo proyecto de financiamiento para proyectos de agricultura climáticamente inteligente ¿Podría contarnos más al respecto?
Hace un año, la AFD lanzó la primera emisión de bonos sostenibles en el mercado paraguayo y fuimos la primera institución financiera en emitir bonos orientados a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y desde entonces realizamos cinco emisiones bajo esta temática. Este esfuerzo forma parte de nuestro trabajo continuo para abrir nuevas categorías de financiamiento sostenible.
Hasta ahora, las categorías elegibles para nuestros bonos sostenibles incluían áreas como vivienda social, pymes y educación, en la categoría social; eficiencia energética y proyectos forestales, en la categoría verde. Ahora, nuestro objetivo es expandir esas categorías financiables para incluir iniciativas de «Procampo Verde», que abarcarán tanto al sector ganadero como agrícola.
Esto se complementa con lo que llamamos el «bono de resiliencia», donde buscamos fomentar la resiliencia del sector agrícola frente a los desafíos climáticos. Este nuevo programa será financiado por el Global Trust, un fondo proveniente del gobierno de Luxemburgo, lo que nos permitirá realizar un estudio de mercado para entender las demandas del sector y ayudará a definir cómo mejorar la resiliencia de la producción agrícola y financiar inversiones necesarias.
Por ejemplo, si un productor necesita construir un nuevo reservorio de agua, incorporar paneles solares, o adoptar tecnologías como agricultura de precisión o sistemas satelitales para prevenir eventos climáticos, todo eso contribuirá a mejorar la resiliencia de su producción.
El bono de resiliencia financiará estas inversiones en los establecimientos productivos para que los productores puedan adaptarse mejor a los efectos del cambio climático. Lo llamamos «agricultura climáticamente inteligente» porque se trata de una forma de agricultura que también busca mitigar sus efectos, haciendo las inversiones necesarias para que los productores puedan continuar con su actividad en un entorno de cambio constante.
– ¿Para cuándo se contempla la emisión de este bono de resiliencia?
El primer paso es realizar un estudio de mercado, que vamos a iniciar en el primer semestre de este año. En paralelo, estamos fortaleciendo la unidad de sostenibilidad dentro de la AFD, porque generar productos y un pipeline verde es un desafío significativo para el país. Las inversiones verdes son costosas y requieren de nuevas tecnologías y comportamientos por parte de los productores, lo cual debemos construir paso a paso.
Nos gustaría realizar la emisión de este bono de resiliencia este año o el próximo, dependiendo de la demanda que identifiquemos durante el estudio. La construcción de productos verdes es un desafío para la AFD, y en las emisiones anteriores, tuvimos una mayor capacidad de colocar créditos sociales que créditos verdes, ya que los productos verdes requieren una mayor sofisticación en la incorporación de nuevas tecnologías.
Además, hay que apoyar a los productores en la comercialización de esos productos y ayudar a los bancos a comprender cómo monitorear los créditos para asegurar que realmente cumplen con los estándares ambientales. En este último año, aprendimos valiosas lecciones para que un producto sostenible o verde funcione y se escale.
– Aparte de los productos mencionados ¿Con qué otros productos verdes cuenta la AFD?
La AFD trabajó en varios productos verdes a lo largo de los años, y uno de los primeros en nuestra cartera fue el producto de eficiencia energética, lanzado con el apoyo del Fondo Verde para el Clima. Sin embargo, la implementación fue desafiante, ya que el concepto de eficiencia energética es difícil de entender para muchos, tanto para los bancos como para los productores.
En diciembre del año pasado, lanzamos el primer crédito de eficiencia energética con el Banco Familiar, financiando un grupo de artesanos de Areguá que reemplazaron hornos de leña por hornos eléctricos. Este tipo de proyectos son solo un ejemplo de lo que buscamos lograr con la eficiencia energética, que inicialmente se centraba en pymes industriales, pero ahora estamos ampliando a otros sectores.
Además estamos trabajando en abrir este producto a más tipos de negocios verdes. Esto incluye, por ejemplo, movilidad eléctrica, tanto para el transporte personal como para el de empresas. También estamos promoviendo la renovación de maquinaria en diversos sectores, como hoteles o fábricas, con equipos que consuman menos energía y sean más amigables con el medioambiente.
Otro producto importante de la AFD en el ámbito de sostenibilidad es el Proforestal, que ya existía en la cartera durante más de 12 años y tomó relevancia hace aproximadamente dos años, especialmente con el inicio de las plantaciones de Paracel. De 2022 a 2023, la cartera de créditos en este sector creció un 1.432%, lo que representa un verdadero shock al sistema.
Actualmente, la AFD tiene una cartera de USD 86 millones en el sector forestal, y la mayoría de estas plantaciones tienen certificaciones FSC, lo que garantiza que son plantaciones comerciales sostenibles.
– ¿Cuál es el impacto de estas emisiones y cómo fue para la AFD la experiencia de emitir bonos sostenibles?
El trabajo con los bonos sostenibles requiere de un proceso en constante evolución. El mes pasado el gobierno publicó su marco normativo para bonos relacionados con los ODS, un gran paso en la institucionalización de estos instrumentos financieros.
Si bien en este momento el apetito por este tipo de bonos es limitado, especialmente en el mercado local, nuestra misión es generar ese apetito en el mercado local y crear conciencia entre los actores involucrados. En total, emitimos bonos sostenibles en cinco ocasiones que se destinan tanto a proyectos verdes como sociales.
Sin embargo, uno de los mayores desafíos que enfrentamos fue la creación de la cartera verde, principalmente porque, en el sistema financiero local, aún no se internaliza completamente el concepto de créditos verdes o la necesidad de etiquetar adecuadamente estos productos como sostenibles.
Afortunadamente, el gobierno dio un paso importante el año pasado al publicar su taxonomía verde, lo que establece claramente qué es considerado una inversión verde y qué no lo es. Esto permitirá a los bancos comprender mejor qué inversiones pueden ser calificadas como verdes, lo que, sin duda, impulsará el mercado.
Respecto a la base de inversores, sabemos que debemos seguir trabajando en ella, pero estamos seguros de que con el tiempo y el aumento de la conciencia sobre la sostenibilidad, estos bonos ganarán más aceptación en el mercado.
– Recientemente, Paraguay reglamentó los créditos de carbono, ¿Cuál es su opinión al respecto?
Esta reglamentación es el resultado de un largo proceso, y creemos que el registro brindará mayor seguridad a los inversores. La claridad sobre la propiedad del carbono y la comprensión de la adicionalidad permitirá a los promotores de proyectos acceder al mercado regulado, que ofrece precios más competitivos que el mercado voluntario.
Paraguay tiene un enorme potencial en términos de créditos de carbono. De hecho, de los 150 millones de créditos disponibles, Paraguay solo emitió un 1.500.000, lo que representa apenas un pequeño porcentaje de la capacidad de inversión. El país cuenta con más de 2,7 millones de hectáreas disponibles para proyectos de carbono.
Estos no serán solo proyectos destinados exclusivamente a generar créditos, sino que también se prevé que incluyan plantaciones forestales comerciales sostenibles con estructuras de plantación mosaico que favorezcan la biodiversidad, protejan el bosque nativo y promuevan una mayor conectividad entre los bosques.
Hoy en día, la AFD está impulsando proyectos financieros que pueden generar créditos de carbono a partir de prácticas sostenibles en sectores como la ganadería y la agricultura. Además, la idea es que estos proyectos representen una fuente de ingresos tanto para los productores como para las empresas que adopten tecnologías que reduzcan las emisiones.