Este 2020 se vio altamente afectado por un fenómeno que hoy ya bien conocemos. La COVID-19 viene creando estragos en la economía mundial desde principios de año y si bien hemos visto los efectos generados en los negocios, el comportamiento de las personas y la salud, el sector de energía también se vio fuertemente impactado por el virus y sus repercusiones.
Lo que hoy se conoce como el periodo de “El gran encierro” (o the great lockdown, en inglés) categóricamente tuvo un impacto importante en el consumo de energía a nivel mundial. La Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus singlas en inglés) reportó en su más reciente informe que la pandemia fue capaz de causar una disrupción en el sector energético como ningún otro evento de la historia moderna.
Como se puede observar en el gráfico de abajo, según los datos reportados por la IAE, la demanda en energía presenta una caída del -5,3% en comparación con el 2019. Esto representa una contracción anual de casi siete veces superior a la vivida durante la crisis financiera del 2008, se estima que sería la más grande desde la Gran Depresión de 1930 y la de mayor proporción en setenta años.
Rubros golpeados
La caída se ve influenciada por las fuentes de energía y los combustibles utilizados para generar la misma.
Entre todos los indicadores, el petróleo se perfila como el principal afectado, pues su caída en demanda se estima que será de un -8%. Esto tiene que ver con los cierres de aeropuertos y la disminución de uso de medios de transporte, ya que las personas implementan el trabajo desde casa.
El carbón es el combustible fósil que se ubica en segundo lugar, con una caída estimada del -6,7% en comparación con el año pasado, seguido por la energía nuclear (-4,5%) y el gas natural (-3.3%).
Cambios de conducta
Se puede concluir que es notable el impacto que tuvieron y siguen teniendo las cuarentenas impuestas a niveles nacionales, en el consumo de energía y en el comportamiento de las personas.
Se estima que el consumo de energía durante los primeros meses de cuarentena estricta cayó en un -20% por cada mes que las personas se pasaban en el encierro. A medida que las escuelas, fábricas, oficinas y centros de comercio se mantenían con las puertas cerradas, los datos reportados por la IEA reportan que el comportamiento del consumo se asemejaba a “un domingo” incluso durante los días de la semana.
Esto se debe en gran parte a que las personas tendían a dormir hasta más tarde y disminuir su consumo de movilidad; a esto se sumó el cierre parcial de grandes empresas y sus instalaciones, que son una gran fuente de consumo energético.
Por estos motivos, otro número que cabe recalcar es la disminución en la emisión de dióxido de carbono (CO2) – el contaminante atmosférico –, que se estima experimente una variación negativa del 6,6% en comparación con el año anterior.
Esto también podría presentar un número sin precedente alguno y significar la mayor reducción del gas contaminante desde la Segunda Guerra Mundial. Esto se debe a que los combustibles más dañinos para el ambiente son los que sufrieron la mayor caída en demanda durante el primer periodo del año.
Impulso a las energías renovables
Otro factor atribuible a la disminución de CO2 es el aumento en la demanda de energía proveniente de fuentes renovables, tal y como energía solar, eólica e hidráulica.
Se podría decir que, si miramos a un lado positivo, la COVID-19 hoy puede traer una nueva oportunidad para el marco energético global ya que, a causa de las cuarentenas y los encierros, se espera que el 40% de toda la producción de energía a nivel mundial provenga de fuentes de energías renovables, según reporta el Foro Económico Mundial.
Si bien ya pasaron varios meses desde el inicio de la pandemia, la incertidumbre continúa. Recientemente se volvieron a ver aumentos en los casos y la imposición de nuevas medidas sanitarias en países que ya parecían haber pasado por lo peor.
El marco energético está sufriendo disrupciones que, si son bien aprovechadas, podrían resultar en un cambio significativo para el futuro del medio ambiente. Es evidente que se están viendo los beneficios de la utilización de energías renovables, no solamente a nivel económico, sino también en el plano social.
Las grandes empresas y gobiernos tienen hoy una gran oportunidad para tomar partido en un cambio ambiental positivo que impacte en las generaciones futuras. Es evidente que el nuevo coronavirus trajo consigo una aceleración en la transición a las nuevas fuentes de energía en el sector.
¿Cómo estamos por casa?
En Paraguay, la matriz energética nacional está compuesta mayormente por energía hidráulica proveniente de las múltiples represas. En el balance energético nacional del 2019, se reportó que en cuanto a la oferta bruta de energía, el 40% era hidroenergía, mientras que la biomasa representó un 36%; y los hidrocarburos y derivados del petróleo conformaron el 24% del total de la oferta.
En el 2011, la hidroenergía constituía el 57% de la matriz energética y los hidrocarburos constituían solamente el 16%. Mientras el mundo parece indicar la transición a un marco renovable, Paraguay parece moverse en línea opuesta.
La pandemia también se hizo sentir en el marco energético, ya que los encierros y los altos casos de COVID-19 en el país vecino de Brasil – el principal consumidor de nuestra energía – ocasionó una caída en la demanda de esta y, por ende, en la producción energética de las binacionales.
Según registros del Banco Central del Paraguay (BCP), las exportaciones de energía eléctrica acumulan una caída de -9,1% de enero a setiembre del 2020, en comparación con mismo periodo del año anterior, con ingresos que sumaron USD 1.323 millones.
El producto interno bruto (PIB) del sector de electricidad y agua, por su parte, reportó una reducción de -10,4% en el segundo trimestre del 2020, en comparación con la producción alcanzada entre abril y junio del 2019 – también de acuerdo con datos del BCP –. Esta merma también se relaciona con el bajo cauce hídrico del río Paraná.
En cuanto al consumo de combustible por parte de la población paraguaya, el Estimador de Cifras Negocios (ECN) reportó niveles de caída de -21,4%; -45% y -30,1% en las ventas de los meses de mayores restricciones a la movilidad social (marzo, abril y mayo), respecto al mes previo a la pandemia (febrero).
La actividad empezó a repuntar desde junio, pero no llega aún a la intensidad que se mantenía antes de la emergencia sanitaria. En términos interanuales (comparado con el mismo mes del año anterior), la venta de combustible disminuyó en -41,5% en abril del 2020, según registros del BCP.
Convertir la crisis en oportunidad
Esta situación particular que estamos viviendo trae consigo cambios particulares, en este caso para el mercado de oferta y demanda de energía, pero no es la primera vez que vemos un comportamiento de este tipo.
Luego de la crisis del 2008 también se vivió una disminución en demanda y emisiones de contaminantes, pero se vio un ‘repunte’ prontamente después.
Vale mantener la esperanza de que esta vez sea diferente y que los gobiernos, incluyendo el nuestro, vean la oportunidad y el momentum de tomar partido para cambiar las fuentes de energía a una que nos beneficie a todos en el largo plazo y permita darle una mano a este mundo, que es el único que tenemos.
Fuentes mencionadas en el artículo:
IEA (2020), World Energy Outlook 2020, IEA, Paris