Por Giselle Ramírez
Una de las primeras barreras que se generan al momento de enfrentarnos a las finanzas es, definitivamente, el miedo a lo desconocido.
Si bien hay una gran cantidad de opciones disponibles en el mercado que están diseñadas para impulsar el ahorro y la inversión, con aportes significativamente accesibles, siento que la brecha entre “no-financieros” y personas involucradas en inversiones es bastante grande.
El factor clave que diferencia a ambos, en mi opinión, es el fácil acceso a información sobre los productos y servicios financieros que están disponibles para personas y empresas ya bancarizadas y vinculadas con un segmento exclusivo dentro de la cartera de clientes de los bancos y entidades financieras, cuyos montos de inversión generalmente suelen de cifras altas. Las personas que están vinculadas con ese segmento, en su gran mayoría, no forman parte del enorme mercado potencial de clientes jóvenes que están a la espera de ser incluidos en oportunidades pensadas para ellos, sin que la brecha de comunicación, acceso e inclusión sea tan pronunciada.
Y mientras la asistencia y atención al cliente para inversores siga siendo muy personalizada y selectiva, requiriendo que muchas veces una persona interesada deba ir hasta las oficinas de un banco o entidad para recibir toda la información necesaria, especialmente si no conoce mucho sobre conceptos de inversión y finanzas, hace que un segmento bastante grande sea desatendido.
Es ahí donde el papel de la tecnología, en conjunto con la inclusión financiera, juega un rol crucial. La tecnología es un aliado clave para brindar soluciones automatizadas sin arriesgar la calidad del servicio, y, sobre todo, actúa como puente de oportunidades con un segmento que hoy se siente excluido del ecosistema de las inversiones y las finanzas en general.
La tecnología tiene la capacidad de automatizar procesos de manera eficiente e inteligente, y dar acceso a información relevante en tiempo real y de manera remota.
Sin dudas, estamos en una era en la que ya no se puede dejar de pensar en servicios integrales que adopten a la tecnología como aliado estratégico, pues mientras más acceso a información de calidad tengan los jóvenes sobre los productos y servicios financieros disponibles y sobre educación financiera, más beneficiado estará el mercado.