El COVID-19 ha impactado profundamente en todos los aspectos de nuestras vidas. Ha cambiado nuestra forma tradicional de hacer las cosas y nos ha presentado con desafíos inusitados que hemos ido superando con adaptación, flexibilidad, creatividad, innovación y resistencia.
Dentro de lo malo, aparte de lo sanitario y entre otras muchas cuestiones, crecieron la desocupación, la pobreza, la desigualdad, la ruptura de cadenas de pagos, el desabastecimiento de productos, el aislamiento, la orfandad de adultos mayores y personas vulnerables, la violencia familiar y de género, el individualismo nocivo; y entre lo bueno, se potenció la venta on line, el homeworking, la revalorización de actividades esenciales usualmente relegadas, la producción y venta local y de cercanía, la valoración de las relaciones sociales, la solidaridad, la educación doméstica, el hábito sanitario y, sobre todo, la capacidad de reinvención y resiliencia individual y colectiva, pública y privada.
Es evidente, entonces, que el coronavirus llegó para generar inconvenientes, pero también ha traído beneficios colaterales, e impensados, a la sociedad.
A nivel país, es un fiel reflejo de la sociedad en que vivimos, y también quedó evidenciada la falta de contención social por parte del Gobierno, como en materia de salud y en materia educativa.
La educación es la piedra angular para el desarrollo de un país y es la mejor manera de dar herramientas a los ciudadanos, para poder tener mayor conciencia de las cosas y, mediante el conocimiento, tener la posibilidad de discernir mejor y progresar en la vida. Un claro ejemplo es que, a pesar de la evidencia científica de que vacunarse baja considerablemente la probabilidad de internación y muerte, haya un alto porcentaje aún de no vacunados.
Reflexionando sobre el Paraguay que queremos, es primordial un Estado que priorice la salud y la educación, estos dos pilares son las bases para el salto de calidad, ya que una sociedad sana y educada es garantía de progreso en una nación.
Otro punto que debemos trabajar es en un desarrollo sostenible tripartito o tridimensional, que concilie los tres ámbitos de la sostenibilidad: económico, social y ambiental.
En este sentido, veo a un Paraguay con mayor transparencia institucional, responsabilidad ambiental y social, buscando la mayor productividad de los recursos, generación de empleo local, desarrollo de habilidades locales, mejora de los vínculos sociales, fidelización de clientes, apertura de nuevos mercados, reducción de los desechos o desperdicios, etc. Esto ayudaría en el despegue hacia el progreso.
En fin, creo que debemos tener una visión holística y de unidad, que busque la generación de una vida mejor para todos, respetando las libertades individuales y colectivas.