La economía paraguaya se encamina a un tercer año consecutivo en que no exhibirá todo su esplendor.
En el 2019 fueron las condiciones climáticas adversas, los bajos precios de commodities y las dificultades económicas por las que atravesaban los países vecinos; en el 2020, el estallido de la pandemia de COVID-19; y en el 2021 la recuperación aparentemente no será como la habíamos esperado, ya que la gestión de la emergencia sanitaria todavía no indica señales del momento en que podamos retornar a una vida “normal”.
En la última semana de abril tuvimos la noticia de que el Banco Central del Paraguay (BCP) redujo a 3,5% su proyección de crecimiento económico para este año, desde el 4% que había pronosticado en diciembre pasado, debido al agravamiento por el que atraviesa la situación sanitaria del país.
Las primeras apreciaciones de los analistas locales al respecto están divididas entre quienes consideran que, aun con este recorte, el BCP se mantiene todavía muy optimista respecto a lo que será el dinamismo económico del 2021, y aquellos que mantienen la esperanza de estar equivocados en sus vaticinios y aparezca alguna salvación milagrosa que lleve a acelerar las vacunaciones para recuperar la confianza.
“Ojalá nos equivoquemos” fue una frase recurrente que escuché en los últimos días en varias de las entrevistas que me tocó hacer para sondear las expectativas económicas, luego de las más recientes restricciones que impuso el Gobierno para enlentecer la propagación del virus en nuestro país.
Si bien las perspectivas mundiales están mejorando y generan un impacto positivo en Paraguay para ciertos sectores económicos, actividades de elevada capacidad de creación de empleo – como los servicios de bares y restaurantes, eventos, hoteles, turismo, entre varios otros – están recibiendo el golpe final, en muchos casos.
Ya soportaron un año de drástica disminución de ingresos, que constituyó el sacrificio que toda la población efectuó para que pudiera prepararse nuestro débil sistema de salud. Ahora, el sector servicios es víctima de que el Gobierno no haya hecho bien las tareas y no podamos tener siquiera la certeza de cuándo lograremos inmunizarnos masivamente contra el coronavirus, sin mencionar la incapacidad que se mantiene en la red sanitaria para asistir a las personas que contraen la enfermedad.
Los ánimos se desalientan aún más con la siempre presente corrupción, que esta vez se materializa en una despreciable conducta: la vacunación “vip”.
El Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social (MSPyBS) anunció la investigación de la supuesta aplicación del biológico contra el COVID-19 a la senadora Mirta Gusinky, que aparentemente se efectuó sin que le corresponda aún por no estar en la franja de más de 75 años de edad. Además, en medios de prensa ya se habla de que están incluidos varios otros políticos en este accionar que, lastimosamente, no sorprende.
Lo grave de esta situación no es solamente la perpetuidad de los privilegios para acceder al derecho a la salud en nuestro país, sino también la pérdida de credibilidad que puede sufrir el proceso de vacunación – ya muy deteriorada por el retraso en la llegada de dosis y la lentitud con que avanza la aplicación de las pocas unidades con que se cuenta, en comparación con el ritmo que llevan otros países –.
Suficiente desesperación implica recibir a cuentagotas estos compuestos de los que sabemos que dependemos para proteger nuestras vidas, como para que los mismos de siempre vengan a castigar todavía más con su descaro y abuso del poder que recibieron de este pueblo al cual se supone que deben servir.
El Gobierno mostró que cuando quiere, puede. El operativo policial que desplegó en estos días para hacer cumplir las últimas restricciones revela una capacidad de organización que da hasta rabia que no se pueda dedicar también a garantizar un servicio de transporte público seguro, un sistema de salud eficiente y una administración de los recursos que beneficie a TODO el país.
Ojalá nos equivoquemos y se logre una campaña de vacunación que, sin excepciones, vaya progresivamente desde los más vulnerables hasta aquellos que tenemos una mayor resistencia frente a la enfermedad. Ojalá nos equivoquemos y el país pueda reorganizar la respuesta a esta tan agotadora pandemia, para que el 2021 termine siendo mejor de lo que ahora estamos esperando.