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27 de abril de 2024

La pandemia golpea con más fuerza al trabajo de las mujeres, en Paraguay

La tasa de desempleo está en 11,5% entre la población femenina, al doble de la observada entre hombres y con una importante suba desde el año pasado. Es una muestra de la mayor vulnerabilidad laboral de las mujeres, ligada a una alta incidencia de la informalidad. El impacto económico de la violencia hacia este grupo se calcula en alrededor de 5% del PIB.

ANÁLISIS

Así como la pandemia de COVID-19 deja al descubierto la fragilidad de la humanidad ante los riesgos sanitarios, muestra también la mayor vulnerabilidad a la que se enfrentan las mujeres en el mercado laboral.

En Paraguay, unas 58.455 mujeres perdieron sus empleos con el estallido de la emergencia sanitaria y la tasa de desocupación trepó a 11,5% en el tercer trimestre del 2020, según últimos datos divulgados por la Dirección General de Estadísticas, Encuestas y Censos (DGEEC).

Un año atrás, la incidencia de mujeres sin ocupación se encontraba en 7,5% y la cantidad era de 113.708 personas. Al considerar las 172.163 mujeres sin empleo registradas a setiembre pasado, se observa un incremento de 51,4% desde el cierre del tercer trimestre del 2019.

En el caso de los hombres, la tasa de desempleo arrojada por el tercer trimestre del 2020 fue de 5,8% y el número de desocupados pasó de 110.558 a 122.534 desde el mismo periodo del 2019 – con un aumento de 1,7% –.

La dicotomía es aun más pronunciada si se comparan los dos trimestres más recientes y el consecuente efecto de la reapertura de la actividad económica y social.

Mientras que los hombres lograron retornar al mercado laboral entre julio y setiembre, con 14.252 desocupados menos que en el periodo abril-junio (-10,4%), la cantidad de mujeres sin trabajo todavía aumentó en 43,3% y sumó 52.067 personas más que en el segundo trimestre del presente año.

De esta manera, se observa que la reactivación económica está absorbiendo más a los hombres que a las mujeres, en términos de generación de empleo.

Esto coincide con el hecho de que las actividades escolares aún no vuelven a la normalidad, lo que genera la necesidad de que los niños y las niñas permanezcan en sus hogares.

Aquí, la responsabilidad sobre los hijos sigue siendo atribuida en mayor medida a las madres que a los padres, con las consecuentes dificultades que se presentan para que estas puedan reinsertarse al mercado de trabajo.

Ivonne Aristizábal, economista de Investor, explica que la informalidad también repercute en estas brechas laborales entre hombres y mujeres, ya que las condiciones precarias de trabajo históricamente afectan en mayor medida a la población femenina.

Recuerda que según la encuesta del uso del tiempo de la DGEEC, las mujeres dedican parte de sus horas a la ocupación principal en un 35,3%; mientras que al trabajo doméstico, el 38%. Sin embargo, en los hombres la distribución se da de manera distinta: el 67,5% es dedicado a la ocupación principal y solo el 8,9%, a las tareas domésticas.

«Es aquí donde se presenta la problemática del trabajo que es considerado muchas veces ´invisible´ y la carga laboral exigida a las mujeres, limitando su inserción laboral», recalca Aristizábal.

«La pandemia afecta principalmente a las mujeres debido a que ellas son el porcentaje de mayor participación dentro del mercado informal, así como también en su mayoría son las que tienen mayor participación en las pequeñas empresas de servicios, las cuales fueron afectadas por el cese de las actividades», agrega.

Destaca que una tarea pendiente desde hace muchos años es lograr la autonomía económica de las mujeres, impulsando sus proyectos ya sean pequeños, medianos o grandes.

«Actualmente existen programas dedicados a mujeres emprendedoras, las cuales logran acceder a créditos para poner en marcha sus proyectos. La aplicación de estos es de suma importancia para lograr el avance de las mismas dentro del mercado laboral», sostiene.

La economista reconoce, además, que la desigualdad de ingresos que frecuentemente encontramos en los datos, como las “brechas” entre hombres y mujeres, está explicada justamente porque las mujeres tienen mayor participación dentro del mercado informal de trabajo.

Esta situación limita a las mujeres en su nivel de ingresos y obstaculiza su ascenso a altos cargos jerárquicos. Este fenómeno es conocido como «techo de cristal», ante el cual todavía necesitamos avanzar en Paraguay, a criterio de Aristizábal.

Peores condiciones de trabajo

La subocupación también afecta más a las mujeres, en Paraguay. Es la situación de personas ocupadas que en una semana trabajaron menos de 30 horas, estuvieron disponibles para trabajar más horas pero no lo hicieron por no conseguirlo.

En el tercer trimestre del 2020, este índice fue de 12% entre la población femenina, por encima del 10,5% registrado un año atrás y del 7,2% atribuido a la población masculina.

Al combinar la subocupación por insuficiencia de tiempo de trabajo (subempleo visible) y la desocupación (desempleo abierto), resulta que las mujeres son afectadas en un 24,6%, con una significativa diferencia desde la tasa de 13,6% calculada para los hombres y en aumento desde el 19,1% reportado en el tercer trimestre del 2019

Cuarentena y abandono

En el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer – hoy, 25 de noviembre –, cabe recordar que el feminicidio es un flagelo también presente en los tiempos de pandemia.

Hasta octubre del 2020, el Ministerio de la Mujer registra un total de 30 casos de feminicidio, número que se encuentra cerca de los 37 casos contabilizados en todo el 2019

La marcha del 25N de este año busca instalar en la opinión pública la problemática del abandono estatal en que las mujeres debieron sobrevivir durante la cuarentena, según informa el núcleo Paro Mujeres Paraguay, en su cuenta de Twitter.

“Denunciamos que este año, por el contexto de la COVID-19 en el que nos encontramos, se han vulnerado aun más nuestros derechos, sin poner en práctica políticas que respondan a la situación de mayor violencia a la que nos exponen con las restricciones sanitarias”, expresa la convocatoria a la conmemoración.

La marcha del 25N se dedica este año a visibilizar la situación de exposición a la violencia en que se encontraron las mujeres en los meses de cuarentena. Foto: ParoMujeresParaguay

La violencia también le cuesta la vida a la economía

La violencia contra la mujer le cuesta a Paraguay alrededor de USD 1.450,6 millones, lo que equivale al 5,12% de nuestro producto interno bruto (PIB), según el estudio “Costos-país de la violencia contra las mujeres en Paraguay”, elaborado por la Cooperación Alemana y el Programa Regional ComVoMujer.

Este costo es asumido en un 38% por las empresas privadas; en 48%, por las propias mujeres, sus hogares y sus micro emprendimientos; y en 13,7%, por el Estado.

En esta incidencia se incluyen el costo-oportunidad, por los ingresos de las mujeres; el gasto de bolsillo para atención en salud y el costo-oportunidad de los agresores, a nivel individual.

En el entorno comunitario, el perjuicio se relaciona con el valor agregado perdido en medianas y grandes empresas, así como las ventas que dejan de generar los micro emprendimientos informales.

En el hogar, la pérdida se da en el costo del tiempo de cuidado y los gastos de bolsillo para la salud de los hijos, mientras que a nivel gubernamental repercute en menores ingresos fiscales por renta, costos directos en salud, costos en salud de niños y adolescentes, y gastos directos por salud, justicia, penal y administrativo.   

Desglose del costo de la violencia en Paraguay, por niveles y en gastos específicos. Fuente: Informe “Costos-país de la violencia contra las mujeres en Paraguay”

Características de la mujer trabajadora

En Paraguay, el 42% de la población ocupada son mujeres (1.438.719), según los datos de la Encuesta Permanente de Hogares Continua (EPHC) del cierre del 2019.

El 31% de las mujeres ocupadas tiene entre 15 y 29 años, el 60% de las mujeres ocupadas posee entre 30 y 59 años, y el 9% tiene más de 65 años.

Las mujeres ocupadas presentan un promedio de 10,3 años de estudio, casi 1 año más que el promedio de los hombres ocupados.

Las edades jóvenes presentan promedios de años de estudio más elevados que las edades más adultas: en el caso de las mujeres de 15 a 29 años, el promedio es de 12 años de estudio.

En las edades más jóvenes, las mujeres presentan en promedio una mayor cantidad de años de estudio al comparar con el promedio de los hombres y el promedio país.

El 12% de las mujeres ocupadas se emplea en el sector público, el 27% trabaja en el sector privado y el 34% de las mujeres se dedica a la labor independiente; en este último grupo, en un 3% son empleadoras y en 31% son mujeres que trabajan por cuenta propia. El 10% son trabajadores familiares no remunerados y el 17% son empleados domésticos.

El 78% de las mujeres ocupadas trabaja en el sector terciario, sobre todo en actividades de servicios (39,4%), y el 13,5% realiza actividad agropecuaria.

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